
En una empresa uno conoce. poco más poco menos, con quienes trabaja y sabe, poco más poco menos, los potenciales y las falencias de cada uno. En función de cómo se organicen y equilibren esas capacidades es que se puede armar un sistema que, poco más poco menos, haga funcionar la empresa.
Allá por marzo, cuando teníamos todo más o menos planificado para afrontar este 2020 que ya se sabía que no iba a ser simple, se sumó sorpresivamente un nuevo integrante a la empresa. Entró por una puerta que nadie sabía que existía, se sentó en un escritorio que nunca nadie había preparado, se bajó un par de apps completamente desconocidas, y se puso a trabajar. Al principio, debemos confesar, le hacíamos bullying y nos parecían ridículas las normas que nos avisaba que íbamos a tener que tomar. Pero de a poco nos empezó a presionar a todos y a cada uno, más y más. Nos obligó a tomar decisiones de gestión y formas de hacer cosas que nunca antes habíamos siquiera imaginado. Nadie pudo negarse ni menos que menos enfrentarlo. Debimos acatar todas y cada una de sus órdenes.
A lo largo de nuestros 11 años hemos iniciado una cantidad incontable de proyectos, hemos abierto y cerrado muchas tiendas. Hemos diseñado, subido y bajado viarias websites completas. Hemos trabajado con cientos de personas. Conocemos al detalle el costo y el esfuerzo que requiere hacer funcionar una empresa. Fue entonces que el nuevo integrante, quien a los pocos días de haber ingresado ya forzaba todas y cada una de las decisiones, nos obligó a cerrar todas las tiendas en shoppings y nos obligó a mandar a sus casas a todos los que estábamos trabajando. Inédito. Inviable. Imposible. Pero debimos acatar todas y cada una de sus órdenes.
Sinceramente creíamos que solo venía a hacer una breve pasantía, pero ya van 5 meses trabajando codo a codo y con barbijo. Se ocupó de pasar por todos y por cada uno de los puestos de la empresa y nos ha obligado a redefinirlos íntegramente. Hemos aprendido a convivir más o menos bien, y sabemos que no tiene intenciones de renunciar. La realidad es que gran parte de las decisiones que nos obligó a tomar nos han causado grandes pérdidas económicas, pero también hemos aprendido mucho en poco tiempo. Hemos aprendido a focalizar en lo importante, hemos tenido el tiempo de mejorar muchas fallas crónicas y hemos encontrado nuevos caminos, con horizontes más lejanos que los que veníamos mirando.
Con el tiempo aprendimos a entenderlo un poco más. Entendimos que no vino a dar órdenes de gestión ya que no cuenta con inteligencia. De hecho es bastante torpe y causa problemas continuamente. Lo que vino a imponer son formas de hacer las cosas. Formas que antes nos parecían ridículas e impensadas, y ahora empezamos a encontrar la parte positiva. Hasta en algún punto llegamos a pensar ¡¿cómo no lo hacíamos así antes?!.
Y es así que en función a esa nueva forma de ver y hacer las cosas, estamos haciendo mucho, y mucho mejor que antes.
Así que al nuevo socio de la empresa le queremos agradecer por todo lo anterior expuesto, y sobre todo por un punto clave: porque nunca se haya presentado físicamente. Le rogamos que continúe de ese modo.
Al no tener las herramientas ni medios necesarios para luchar en su contra nos vimos obligados a darle un puesto fijo y trabajar con él. Eso si, siempre home office.